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sábado, 13 de octubre de 2007

La realidad

Me dejaron abandonada delante de un convento de monjas donde me recogió la madre superiora. Ella fue mi madre, mi madrina, maestra y consejera.
Me llamaban María aunque ella me decía:
-Ángel para mi serás mientras viva.
Y yo le respondía:
-Y tú serás madre, madrina, maestra y consejera para toda la vida.
Y así fui creciendo. Pero un día me llamó a su despacho y así me habló llorando:
-Tú siempre serás mi hija. Siempre estaré para lo que haga falta porque eres mi ángel, mi hija y mi vida. Por eso quiero que sepas lo que hay ahí fuera y si no te gusta, esta puerta estará siempre abierta para ti hija mía.
Y así me fui a una casa como institutriz de una niña con cierta deficiencia mental donde llegué a quererla como una hermana y la hice feliz.
Era una familia muy rica. La madre de la niña parecía un alma en pena. El padre, todo un señor, me decía que yo era un ángel del cielo y que me quería mucho. Yo le decía:
-Yo te quiero como al Padre en el Cielo.
Y aquí está la realidad, la superiora era mi madre, el señor de la casa donde yo trabajaba era mi padre y yo el ángel del cielo.

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