Desde que te llevaron
vivo desconsolado,
lleno de pena
amor y llanto.
Ya no sé si duermo
o pienso que sueño y digo:
"¡Dios mio! ¡Qué solos
se quedan los muertos!"
No sé lo que hago,
no sé lo que tengo,
no sé lo que digo,
me voy a tu encuentro.
Hablo con las flores
que te estoy poniendo,
ellas no me hablan
pero yo las entiendo.
Me están diciendo:
"Gracias compañero por este obsequio.
Trata de olvidarme"
pero yo no puedo.
Aquí sólo hay frío y silencio,
entonces yo pienso y sigo diciendo:
"¡Dios mio! ¡Qué solos
se quedan los muertos!"
Cuando estoy con otra
de ti me acuerdo,
y seguir viviendo,
así no puedo.
Señor, llévame a su encuentro
a buscar la paz,
para el alma y el cuerpo.
A ver si no lloro.
A ver si no sueño.
A ver si no digo:
"¡Dios mio! ¡Qué solos
se quedan los muertos!"
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